3/9/12

Abandono escolar y Ni-Ni

Amb un atur juvenil del 48%, a Espanya, el percentatge de joves que Ni estudien Ni treballen és el més alt d'Europa, i els seus pares i mares ja no saben com tractar-los (no entenen ni el seu comportament, ni els seus gestos, ni el seu llenguatge ...).
Són joves d'entre 18 i 24 anys que van deixar fa molts anys els estudis, sense ni arribar a treure's el graduat en Educació Secundària. No treballen i, donada la seva poca formació (exceptuant en les xarxes socials: "facebook", "twitter", i coses semblants) i la crisi actual, tenen poques possibilitats de fer-ho. Són els protagonistes del següent documental anomenat: "Assignatures pendents". Plantejar solucions adients, és feina de tots (institucions, experts en la programació i seqüenciació de continguts, pares i mares ...). Hi ha molta gent que mira sense mirar, i trasllada la seva part de responsabilitat cap a d'altres ...
Pot ser, si haguesim treballat des d'un principi, amb un objectiu compartit per tots els implicats a l'educació dels nostres infants i joves, la canalla no hauria esdevingut com ara ... ......Per acabar amb un raig d'esperança, us deixo un "tast" de pura creativitat i intel·ligència, d'un jove anomenat JPelirrojo (amb aquest link podreu gaudir de més de la vitalitat creativa d'aquest jove talent) ... ..............En tot cas, i arran d'aquest darrer document gràfic (d'en JP), crec que no només s'hauria de poder revisar la qëstió educativa, sino que també, s'hauria de poder replantejar, amb criteris més oberts, acuratats i eficients, la nostra conceptualització terminológica en relació amb allò que considerem "intel·ligència" i les seves implicacions socio-culturals i estructurals ...

14/1/12

Educación y Profesores


A mi modo de ver, considero que una de las profesiones imposibles es la de Educar. Y, aunque con dicha afirmación parezco coincidir con Freud en una de sus 3 profesiones imposibles, trataré de que en el conjunto de la presente exposición, mi formación como psicoanalista no tenga un mayor peso argumental que algunos de mis otros campos formativos (la Antropología Social y Cultural, la Educación Social y, la Psicopedagogía).




Así pues, la complejidad intrínseca al deseo de ser profesor es, ciertamente, de un marcado carácter poliédrico.
En primer lugar, habría que ver quién és la persona que encontramos tras la categoría profesional de maestro o profesor. A priori, el común de los mortales tendemos a pensar que un especímen de esta categoría de análisis profesional, respondería a una iconografía estandard (aunque los tiempos han cambiado -como dijo un tal Dylan- y cambian continuamente) refractaria por completo a cualquier alteración de su ADN mitocondrial (je, je). Vamos que, cuando nos imaginamos a un profesor, tendemos a mezclar nuestras experiencias lectivas del pasado con las imagenes románticas de las figuras de contraste al encerado del fondo.

Además, a esta iconografía inconsciente le solemos añadir unos "pluses" tales como el de profesión vocacional, el de cerebrito y, en consonancia con el nivel de nuestros adolescentes (y sus valores de descalificación permanente del otro), el de pringao. Con lo cual, ya comienza a estar saturadita nuestra imagen inconsciente del profesor.


En este punto, y con nuestro ombligo saturado de nuestras memeces, desencallaremos el barco de la metareflexión y abordaremos, desde sus raíces, la problemática de la carrera docente. Y es que, como apunta J.A. Aunión:
"Uno de los problemas que distintos especialistas han señalado repetidamente en la enseñanza pública española es que, más allá del pundonor profesional satisfecho, nadie parece diferenciar el buen trabajo del malo, lo que puede desanimar a los entusiastas y dar alas a los campeones del escaqueo. Hubo un claro intento de acabar con eso, en positivo, es decir, a través de la creación de una carrera docente con la que los buenos, los que se esforzaran, ascendieran más rápido. El tema se ha quedado atascado varias veces, todas con Gobiernos del PSOE. La primera fue a finales de los ochenta, pero la negativa de algunos sindicatos acabó con la idea y dio a luz a los sexenios: una mejora laboral cada seis años de ejercicio.
En la primera legislatura del Gobierno de Rodríguez Zapatero, el estatuto volvía a ser promesa del programa electoral, pero la larga negociación entre sindicatos y Ministerio de Educación se dio por zanjada al final del mandato y en la segunda, con una crisis económica que no permitió hablar de dinero para cada escalón de la carrera, apenas avanzó, a pesar de algunos intentos.
Cuando se atascó, allá por 2008, el principio de acuerdo consistía en que los profesores de la enseñanza no universitaria tendrían dos vías para ascender en su carrera: la clásica de los sexenios o sometiendo a evaluaciones voluntarias su trabajo cada tres años (tendrían que acreditar su esfuerzo, no que hacer ningún examen).
La evaluación de ese esfuerzo fue otro de los puntos complicados de la negociación, por lo complicado de establecer baremos que dejasen satisfecho a todo el mundo. Los sindicatos, en cualquier caso, siempre han dicho que no van a aceptar que las evaluaciones tengan efectos laborales negativos ni que los resultados de los alumnos cuenten en las evaluaciones.
Pero de ese modo, según distintos especialistas, se acaba premiando cosas que no son extras, sino obligaciones que van en el sueldo. Otra de las peleas de la negociación del estatuto fue un complemento de 60 euros por especial dedicación al centro, que los sindicatos querían generalizar para los maestros y profesores"
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Y aquí hemos dado con la clave, con el nudo gordiano, con el meollo de la cosa. Ser profesor, a día de hoy, dejo hace ya mucho tiempo de ser una vocación para convertirse en un trabajo en el que refugiar (a una gran mayoría de profesionales frustrados por no haber podido triunfar en su ámbito de conocimiento y haber tenido que claudicar en sus aspiraciones profesionales, optando por un mal menor: la educación -refugio de fracasados-), bajo criterios mercantilistas, el esfuerzo y la dedicación necesarias para ser un buen docente.

Creo que ha llegado el momento de que ese compromiso que siempre se les exige a los padres, para justificar la propia incompetencia docente de una gran parte del profesorado, es decir: la responsabilidad educativa con la que se llenan la boca los responsables de turno, se haga efectiva en ambas direcciones, como apunta Cristina F. Pereda (en su artículo de El País), y que tal y como le ocurrió a ...

Cynthia Ramírez que se mudó a Los Ángeles, California, hace tres años. Llegó sin saber demasiado sobre las escuelas públicas de la zona y, nada más matricular a su hija en la guardería del centro escolar Desert Trails, supo que algo debía cambiar. Ayer era una de las decenas de padres que han solicitado al director del colegio que colabore con ellos para revisar su funcionamiento o pedirán que pase a estar controlado por la asociación de padres de alumnos.



El Estado de California aprobó en 2010 una controvertida ley que permite a los padres de un colegio público recoger firmas —basta con que lo apoye el 51% de los progenitores— para cerrarlo, imponer nuevas normas a los profesores o convertirlo en un centro comunitario con los padres como supervisores. La ley fue impulsada por el grupo Parent Revolution, una organización que defiende que la implicación de los padres en el proceso educativo, y es su particular respuesta a la crisis del sistema público de EE UU.

El 66% de escolares de 12 años de centros públicos en EE UU no llega al mínimo en lectura



“El colegio ha estado por debajo de los niveles exigidos por el Estado durante los últimos seis años”, lamenta Doreen Díaz, madre de otra estudiante de 11 años en Desert Trails. Ramírez denuncia que cuando han protestado por la mala calidad de los profesores, el director les recomendó que se llevaran a sus hijos a otro centro. Pero ninguna quiere mudarse, quieren profesores que pongan los intereses de los estudiantes por encima de los suyos.
Desde el pasado mes de septiembre, ha repartido panfletos informativos en el aparcamiento de la escuela, ha organizado reuniones en parques cercanos y charlado con otros progenitores para informarles de esta iniciativa. “Algunos se echaban a llorar al saber que por fin vamos a hacer algo por cambiar la situación”, cuenta. Ayer presentaron la petición con las firmas del 70% de los padres.
El sistema de educación público estadounidense se encuentra en estos momentos en medio de un intenso debate. El 66% de los menores de 12 años no tiene el nivel de lectura marcado por las autoridades. Sin embargo, el sistema impide despedir a un profesor cuyos alumnos no alcancen los estándares. Los sindicatos de profesores, por su parte, apuntan a la crisis: los recortes presupuestarios han acabado con 19.000 empleos en la enseñanza pública de California, 5.000 de ellos solo en Los Ángeles.

La alternativa que buscan los padres de Desert Trails es el modelo de escuelas charter, financiadas con dinero público, pero independientes, lo que vendría a ser la versión estadounidense de los centros concertados. Los padres quieren que los docentes garanticen que todos los alumnos aprueban a final de curso.

No queremos despedir a los profesores, queremos trabajar con ellos para mejorar la situación”



“No queremos despedir a los profesores, queremos trabajar con ellos para mejorar la situación”, asegura Díaz. La organización Parent Revolution entregó ayer una primera petición para que la dirección de Desert Trails colabore con ellos e imponga un código de vestuario a los profesores y evalúe su trabajo en función de los resultados académicos de los estudiantes, una de las mayores causas de decepción en los centros públicos norteamericanos. “Si no acceden a negociar con nosotros, entonces entregaremos una segunda petición para convertirlo en un centro comunitario. Ya hay padres dispuestos a ocupar el consejo de dirección”.
“Estamos entrando en una nueva era de implicación paterna”, declaró la senadora demócrata Gloria Romero al conocer que la ley salía adelante. Sin embargo, Desert Trails es solo el tercer centro cuya asociación de padres y madres de alumnos pone la legislación en práctica, los casos anteriores todavía están pendientes de una decisión de los tribunales y el deseado cambio podría tardar tiempo en llegar.
“Las asociaciones de padres de alumnos funcionan más como apoyo en las escuelas que como un mecanismo de cambio”, reconocía el diario Los Ángeles Times en un editorial sobre este tipo de iniciativas en California. “Una organización bien coordinada que implique a los progenitores en la mejora de la educación puede ser muy poderosa. Muchos padres, antes que cerrar los colegios, prefieren trabajar con ellos. Algo que está muy lejos de lo que los defensores de estas leyes pretendían en un principio”. La primera denuncia obligó a hacer modificaciones en la normativa y, si la organización Parent Revolution la ideó como una amenaza para aquellos centros escolares que no quisieran colaborar con los padres, ahora estos han demostrado que prefieren que los menores permanezcan en el mismo colegio, pero organizado a su manera
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En conclusión, considero que el artículo de J.A.Aunión desarrolla a partir de las propuestas de D.Alandete y W.Oppenheimer (en El País de hoy), ofrece temas sobre los cuales reflexionar, para después actuar:
"Carrera profesional, evaluaciones externas, rendición de cuentas, incentivos, premios y castigos. Estas palabras sobrevuelan desde hace años los sistemas educativos de todo el mundo sin que nadie termine de hacerse con ellas. Para unos representan una necesidad ineludible para mejorar la enseñanza y para otros, perversiones neoliberales que pueden desvirtuar el sentido de la educación.
En España, en un contexto de recortes presupuestarios que tiene a la comunidad educativa muy crispada, el afán del nuevo Gobierno —según el programa electoral del Partido Popular— pasa por cambiar el sistema de acceso para intentar contratar a los mejores profesores para la enseñanza pública y por intentar de nuevo (se ha intentado y fracasado varias veces) crear una carrera docente para que los maestros de las aulas públicas puedan mejorar sus condiciones a base de méritos.
Mientras, en Estados Unidos e Inglaterra van mucho más allá y gana fuerza la idea del premiar a los docentes que obtengan buenos resultados y castigar, es decir, incluso despedir, a los malos, un tema peliagudo como pocos, sea cual sea su estatus laboral.

Muchos maestros dependen ya de los resultados de sus alumnos en EE UU

En Estados Unidos, aparte de iniciativas como la de California (desde 2010, los padres de un colegio público pueden hacerse con el control del centro, imponer nuevas normas a los profesores e incluso despedirlos), una iniciativa federal (Race to the top, en inglés, Carrera hacia la cima) consiste en dar dinero extra a los Estados si, entre otras cosas, miden la eficacia de los docentes por medio de exámenes externos a sus alumnos; los malos resultados pueden acabar en despidos. Uno de los últimos Estados en hacerlo ha sido Nueva York. Su gobernador, el demócrata Andrew Cuomo, pidió al consejo rector de Educación que en el proceso de evaluación de los maestros, entre el 20% y el 40% obedezca a las notas de sus alumnos en exámenes unificados a nivel estatal y federal. Además, ese consejo ha diseñado decenas de pruebas estatales que se añadirán a las que ya existen de matemáticas, lengua y conocimientos generales. Los profesores que no logren mejoras y sean considerados ineficaces en dos cursos seguidos pueden ser despedidos.


Diversos Estados someten a sus profesores a una evaluación en una escala que abarca de “ineficaz” a “altamente eficaz”. Los Estados eligen si se someten a ese programa, que contiene subsidios de 4.350 millones de dólares (unos 3.000 millones de euros).

No es incentivarles, sino hacerles “trabajar a destajo”, dice un experto

En la edición del año pasado, los Estados ganadores fueron 11, además del distrito federal de Columbia. Nueva York, que estaba entre ellos, recibió junto con Florida el mayor premio (700 millones de dólares, unos 530 millones de euros), y ahora somete a sus profesores a mayor presión para mantener esas buenas notas ante el Gobierno federal. Para ello ha diseñado todo un sistema de exámenes unificados a aplicar a todos los colegios e institutos que sirvan de baremo objetivo para evaluar a los docentes a través de los resultados de sus estudiantes.
La medida provocó la primera revuelta de directores de colegio de la que se tiene constancia en EE UU. De los 4.500 directores registrados en Nueva York, más de 1.000 firmaron una carta abierta que contiene argumentos en contra de ese método de evaluación de docentes. “Nosotros, los directores de las escuelas del Estado de Nueva York, llegamos a la conclusión de que [el sistema propuesto] no será más que un desperdicio de unos recursos que cada vez son más limitados. Más importante aún, desmoralizará a los educadores y será perjudicial para los niños a los que guiamos. Nuestros estudiantes son más que la suma de los resultados de sus exámenes, y poner un énfasis excesivo en las notas no se traducirá en un mejor aprendizaje”, se dice en la misiva, redactada por Sean C. Feeney, presidente de la Asociación de Presidentes de Escuela del Condado de Nassau, y Carol C. Burris, directora del instituto South Side.



Los directores de los colegios ingleses tendrán más poder para prescindir de alguien

El sociólogo de la Universidad Complutense Julio Carabaña usa argumentos parecidos para decir que la idea es un “disparate”. “La propuesta no consiste en que haya incentivos ligados al buen cumplimiento (cosa ya de dudosa eficacia y moralidad), sino en trabajar a destajo. Pero los profesores no podemos trabajar a destajo, como tampoco los periodistas, los jueces, los policías y hasta dicen ahora que los corredores de hipotecas. Se puede trabajar a destajo cuando el producto es perfectamente especificable, exactamente medible e inequívocamente atribuible al trabajador. A destajo se segaba, se ponen ladrillos, se cosen prendas de vestir, y algunas cosas más. Pero no se enseña a destajo y, menos aún, se educa”, dice Carabaña. Por eso, algunos especialistas apuestan por incentivos —buena parte rechaza los castigos— colectivos, a todo un colegio o instituto.


Sin embargo, ¿qué es un centro sino la suma del trabajo de muchos profesores? El también catedrático de Sociología de la Complutense Mariano Fernández Enguita defiende que los incentivos para los buenos y los castigos para los malos deben existir, aunque haya que tener cuidado con los criterios para juzgarlos. “Los resultados académicos de los alumnos no pueden ser, desde luego, el único criterio para evaluar a un profesor, ni pueden manejarse con ligereza. Pero dependen también, y mucho, del profesor, que puede marcar la diferencia, para bien y para mal. Y cuando lo hace claramente para mal, la Administración educativa (la dirección, la inspección...) tiene el derecho y el deber de plantearle un plan de mejora y, si no lo cumple, prescindir de él o de ella. Hablar de despedir a un profesor puede sonar muy agresivo, sobre todo si eres profesor, pero desde el punto de vista de la sociedad no es ningún problema: entre los cinco millones de parados actuales hay sin duda miles que serían mejores profesores que otros tantos que ahora lo son”, sostiene Fernández Enguita.
En España, la condición de funcionario de los docentes de la pública hace casi imposible que alguien pierda esa condición. Antonio Redero, responsable de enseñanza pública del sindicato FETE-UGT, no recuerda ningún caso, aunque sí hay suspensiones de empleo y sueldo por peridodos más o menos largos, en ocasiones muy graves. Redero rechaza de plano la idea de los despidos.


El despido debe darse si el
maestro lo “hace claramente
mal”, dice un sociólogo

El profesor de la Universidad de Zaragoza Tomás Escudero tampoco está por los despidos, pues es muy difícil establecer de manera justa si un docente es bueno o malo, y porque “a la postre, es algo poco eficaz y caro”. Prefiere los estímulos positivos, aunque matiza: “El despido es un arma que debería dejarse para los irrecuperables, los que han demostrado reiteradamente que no quieren ser profesores, con la actitud y responsabilidad que ello conlleva”.



En Inglaterra, el próximo septiembre entrará en vigor la reforma de los procedimientos para evaluar la eficacia de los maestros de escuela y los pasos que hay que dar para despedir a aquellos que no tienen un nivel suficiente. El objetivo de la reforma es simplificar la actual normativa, dar más poder de decisión a los directores de escuela y acortar los plazos para poder llegar a aplicar los despidos.
En la actualidad, el proceso de despido de un profesor que no da la talla se demora más de un año y se interrumpe si este está de baja. El Gobierno quiere que se pueda completar en menos de un curso. Según los sindicatos, esas propuestas darán a los directores “licencia para acosar a los maestros”, en palabras de Chris Reates, secretaria general del sindicato de la enseñanza Nasuwt.
El Gobierno apoya sus propuestas en una reciente investigación del Sutton Trust. El trabajo concluye que el 57% de los maestros y directores encuestados están de acuerdo en que las escuelas no tienen en la actualidad suficiente libertad para despedir a los profesores que no desempeñan lo bastante bien su trabajo, frente a un 21% que discrepan.
El afán del nuevo Gobierno español pasa por cambiar el sistema de acceso para contratar a los mejores profesores
“Los directores y los maestros quieren un sistema más sencillo y más rápido para afrontar el problema de los profesores que no rinden. Las escuelas han estado atrapadas durante demasiado tiempo en una compleja burocracia”, sostuvo el ministro de Educación, Michael Gove. “La propuesta pone en manos de los directores el control de la eficacia de los maestros. En lugar de ayudar a los maestros a mejorar su enseñanza va a dar a los directores una manera fácil de quitarse de encima a los profesores que no les gustan”, ha denunciado Mary Bousted, líder del sindicato de maestros ATL.



“Desde luego, en España y en todas partes profesores y centros se evalúan, y continuamente. Lo que no se hace es pagarles según los resultados de sus alumnos en unas pruebas, es decir, pagarles a destajo. La razón es muy simple: es imposible controlar totalmente desde fuera su actividad”, insiste Carabaña, y continúa: “Por eso no queda más remedio que confiar en ellos, y esperar que actúen por motivos morales. Por eso, como a los periodistas, se les considera profesionales. Y por eso, como los médicos, tienen siempre un margen de actuación libre, que puede ser mejor o peor, pero que no puede controlar el dueño o señor de la organización, sea este público o privado”.


También insiste Fernández Enguita: “El mundo de la educación tiene una característica notable: hables de lo que hables, alguien saldrá afirmando que ‘ese no es el verdadero problema’, lo cual se revela como una táctica muy eficaz para no resolver jamás ninguno. Son muchas las cosas que importan en la educación: profesores y centros, familias y comunidades y, por supuesto, los alumnos.


Podemos dedicarnos a teorizar las limitaciones de cada uno de ellos si no le acompañan los otros, o sea, a teorizar sobre la impotencia para no hacer nada, culpar a los otros y lamentar lo mal que están las cosas, o podemos preguntarnos qué es lo que puede hacer cada uno”.



Las jóvenes generaciones son el tesoro más valioso que tenemos, y han de ser protegidas y cuidadas, aúnque sea de si mismas y de nosotros.